Nueva moda. Rajar de los sindicalistas. Algo fácil y
barato, por cierto. Lo llevan en la solapa ciertos políticos, lanzando mensajes
subliminales sobre su actual falta de utilidad para los trabajadores,
politización, corrupción, derroche económico… Resulta curioso: Los mismos que
alientan al escarnio público, suelen lanzar piedras cargadas por sus propias
mezquindades.
Además, la destrucción del sindicalismo hace mucho más
fácil la labor de los gobernantes, sin movilizaciones ni huelgas, especialmente
la de quienes dirigen tras la cortina. Qué bien estaríamos si no existieran los
sindicatos, piensan algunos.
El problema es que esa frase por la que suspiran los
gobernantes “Qué bien estaríamos sin sindicatos” empieza a calar entre la gente
de a pie, con un discurso cargado de improperios, gritos, oportunismo, mala
leche y, sobre todo, un enorme vacío de argumentos que se resume en: “Para lo
que hacen, mejor que no hagan nada”, “Por mi los echaba a todos y los ponía a
trabajar”, “Están vendidos, no se mueven, no están con los trabajadores”… Luego
terminan reservándote para el final el placer de oír la raída historia de:
“Conozco a uno que está de liberado sindical…”.